La brújula regalada es un nombre metafórico con mucho significado para mí. En su día fue un día el inicio de algo y hoy vuelve a serlo.

Hace algunos años, cuando me sentía bastante perdida en el sentido más amplio en que una persona puede estar perdida, llegó ese inicio. Era un momento de búsqueda personal, provocada por un lamento de que las cosas fueran como eran y de la necesidad de hacer algo para evitar que siguieran siendo así. Por entonces mi vida de pareja hacía meses que había dejado de existir, mi vida familiar había sido golpeada tanto como la salud de mis padres; mi vida laboral no me satisfacía porque sabía que podía hacer más de lo que hacía y también tenía otras inquietudes…

Todo eso me llevó a iniciar una búsqueda activa, a moverme, a salir de ahí. Necesitaba avanzar aunque ni siquiera tenía clara la dirección de ese avance. ¿Hacia dónde ir? ¿Lo que necesitaba era un psicólogo?, ¿un buen libro?, ¿salir más?, ¿contentarme con lo que tenía como veía que hacían tantas personas a mi alrededor con el famoso “canto en los dientes”? Nada de eso resultó ser el camino elegido finalmente.

Mi búsqueda e investigación a través de internet me llevó a leer sobre algo llamado Coaching y algunas cosas que aprendí de ésta disciplina resonaron en mi interior. Dos meses después estaba cursando una formación en Coaching, mi primera formación en el área del desarrollo personal. Al inicio de ésta, durante la presentación de los alumnos, todos comentamos los motivos o los pasos que nos habían llevado hasta allí. Yo expresé entonces en voz alta mi necesidad consciente de “volver a encontrar el Norte de mi vida” porque realmente mi sensación era de estar viviendo una vida que yo misma no dirigía. Yo no llevaba las riendas de mi existencia, más bien la vida me llevaba a mí, las cosas me pasaban, los acontecimientos se me presentaban y yo me veía moverme en esa dirección incluso sin estar del todo convencida.

Viví los meses de ese curso como una revolución interna que hizo tambalear mis cimientos, me descubrió mis valores y parte de mi esencia, me devolvió la sensación de estar al mando de mi vida y si, por supuesto, me devolvió el Norte.

Al final de esa formación los compañeros de promoción celebramos nuestro proceso y nuestros logros con una cena y algunos regalos. Un compañero me sorprendió con un regalo que demostraba su escucha activa ya al inicio del curso: “aquí tienes, una brújula, para que nunca más vuelvas a sentir que has perdido el Norte”, me dijo. Yo la recibí con cariño aunque él debió notar que no sabía muy bien a qué se refería e inmediatamente me aclaró: “¿Recuerdas que al iniciar el curso dijiste que creías haber perdido el Norte?” Lo miré perpleja porque ni yo misma recordaba haberlo expresado así. No hasta ese momento en el que él lo mencionó. Y de repente, si, recordé mi presentación, esa frase, mi proceso de cambio durante los meses del curso y el trayecto recorrido. Y me emocioné. Recuerdo la ilusión con la que agarré esa brújula, el cariño que me transmitió y el significado que ese objeto pasó a adquirir para mí. “¡Y es una brújula de verdad!”, casi grité como una chiquilla con su regalo el día de Reyes.

Gracias Edu Moreno, no sólo conservo esa brújula, sino que ésta pequeña “ancla” me sirve también de inspiración para este blog.

Aquella formación de Coaching cambió mi vida tanto y a un nivel tan profundo que siempre he dicho que me permitió experimentar lo que se llama un salto cuántico. Y fue entonces también cuando decidí compartir con otras personas todo lo que el Coaching me había aportado y devolver a la sociedad parte de lo que yo he recibido y por lo que nunca dejo de agradecer. Por eso decidí convertirme en coach, seguir formándome en otras disciplinas y herramientas para seguir creciendo, conociéndome y poder servir a otros, que es mi misión. Por eso estoy yo aquí y también lo está este blog. Espero que te aporte muchas cosas útiles y si es así, que tú también las compartas con otros.

Sé bienvenido/a.

Y gracias por estar ahí. ☺

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